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Las barreras emocionales que nos impiden vivir con integridad

La personalidad integra pensamientos, emociones, sensaciones corporales y conducta. Todos tenemos una historia personal llena de experiencias y de aprendizajes. En la infancia nuestros padres, profesores, familiares y personas allegadas nos ayudaron a conocernos y a comprender cómo funciona el mundo, si nos caíamos nos curaban las heridas y nos tranquilizaban, nos daban explicaciones sobre las cosas que nos sucedían. Ellos nos enseñaron cómo comportarnos adecuadamente y cómo nos teníamos que sentir, nosotros actuábamos de acuerdo a sus expectativas buscando su aceptación y su cariño. En el cerebro infantil ciertos mensajes repetidos de manera reiterada por personas significativas para él se integran dentro de sus esquemas mentales como si fueran ciertos, si los mensajes son positivos fomentan una sana autoestima en el niño propiciando su pleno desarrollo; por el contrario, si son negativos, el niño puede vivir con la creencia de «no soy suficiente», «no valgo», «no soy importante», … Estos pensamientos sobre sí mismo se irán activando a lo largo de su vida cada vez que afronte una nueva experiencia que le conecte con estímulos del pasado y no le permitirán construir una sana autoestima y una personalidad madura.

En nuestras relaciones personales pueden activarse sentimientos derivados de estos esquemas mentales que nos hacen sufrir. Es muy difícil cambiar estos esquemas negativos, todos los tenemos en alguna medida, pero podemos aprender a vivir con ellos sin quedarnos atrapados y sin que dirijan nuestra conducta. Veamos un ejemplo, los padres de Juan se divorciaron cuando tenía 6 años, sin decirle nada un día su madre le recogió del colegio y le llevó a una ciudad distinta donde comenzó una nueva vida con sus abuelos maternos en un nuevo colegio. Juan no entendía lo que estaba pasando y dejó de ver a su padre durante mucho tiempo. Ese sentimiento de abandono y de soledad le acompañó durante mucho tiempo, afectando a su relación con sus amigos y sus parejas. Tenía conductas de sumisión y complacencia por miedo a que le dejaran y a experimentar de nuevo ese dolor. Afortunadamente existen tratamientos para mitigar el dolor asociado a las historias pasadas pero es muy probable que los esquemas antiguos se sigan activando. En ese momento es importante fomentar la flexibilidad psicológica y conductual para poder elegir acciones efectivas.

Esto lo podemos conseguir siguiendo los siguientes pasos:

 

  1. Valores: identificar nuestros valores nos ayuda a clarificar el tipo de persona que queremos ser. Los valores son direcciones que se eligen y que hacen referencia a defender aquello que es importante para nosotros. Los valores guían e impulsan la conducta.
  2. Compromiso de acción: decidir qué conducta específica queremos llevar a cabo acorde a nuestros valores. En el caso de Juan, si él decidiera que quiere ser asertivo, cuando aparezca una situación en la que sienta el miedo al abandono actuará defendiendo sus intereses en lugar de poner en marcha conductas de complacencia.
  3. Establecer distancia de los pensamientos: una buena técnica puede ser la visualización. Visualiza un hermoso cielo azul con muchas nubes con forma de algodón pasando por encima. Imagina que cada pensamiento que surge se coloca en una nube y simplemente observa cómo se alejan los pensamientos sobre la nube. Nota como unos pensamientos vienen y otros se van.
  4. Toma de perspectiva: observar nuestros pensamientos, sentimientos y sensaciones en el cuerpo como algo externo a nosotros. Tomar el rol de observador, tomando distancia con respecto a ellos.
  5. Contacto con el momento presente: capacidad de permanecer plenamente en contacto con la propia experiencia en el momento en que está teniendo lugar. Estar presente y dispuesto a observar toda la experiencia tanto interna como externa sin juzgar. Esto permite que nuestros comportamientos sean más flexibles y se basen en nuestros valores y en lo que queremos conseguir en lugar de dejarnos arrastrar por nuestros esquemas del pasado. Esta distancia con nuestra experiencia hace que no nos quedemos atrapados en ella y que podamos crear un espacio para probar nuevos comportamientos y respuestas alternativas.
  6. Aceptación: tomar y recibir plenamente, sin juzgarlas, todas las experiencias internas propias, incluyendo pensamientos, sentimientos, impulsos, recuerdos y sensaciones. La aceptación implica estar plenamente en contacto con el momento presente y con las propias experiencias sin intentar cambiar ni controlar nada, aceptando y dejando que estén ahí. Aceptación es el proceso de abandonar nuestra lucha por el control de nuestro pensamiento, dejar que ese pensamiento esté presente, agradecerle que esté ahí para protegernos y decirle amablemente que esta vez no le vamos a hacer caso, nos vamos a dar una oportunidad para un nuevo aprendizaje cambiando nuestra forma habitual de actuar.

 

María José Ruiz Pastor

Psicóloga colegiada M-26349

 

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